Microbiota intestinal: su papel en patología digestiva y extradigestiva
En los últimos años, la microbiota
intestinal ha dejado de ser un tema exclusivo de la investigación básica para
convertirse en un tema clínico de creciente relevancia en la práctica
médica diaria. Lejos de limitarse a un conjunto de microorganismos que habitan
el tubo digestivo, la microbiota parece representar un verdadero ecosistema dinámico
que interactúa estrechamente con el huésped, modulando funciones fisiológicas
clave que van desde la digestión de nutrientes hasta la regulación del sistema
inmunológico.
Para el médico de familia, comprender el
papel de la microbiota intestinal ya no es una cuestión académica, sino una
necesidad clínica. Trastornos digestivos funcionales como el síndrome de
intestino irritable, enfermedades inflamatorias crónicas del intestino, e
incluso patologías extradigestivas como la obesidad, la depresión o ciertas
enfermedades autoinmunes, se han vinculado con alteraciones en la composición o
función de este ecosistema microbiano, en un fenómeno que se conoce como
disbiosis.
Este artículo tiene como objetivo ofrecer una visión actualizada y accesible sobre la microbiota intestinal, sus funciones fisiológicas, su papel en distintas patologías y, especialmente, sus implicaciones clínicas en la práctica del médico de familia. A través de un enfoque integrador, buscamos proporcionar herramientas útiles para la identificación, evaluación y abordaje de trastornos relacionados con la disbiosis, sin perder de vista la evidencia científica disponible ni la aplicabilidad en el contexto asistencial habitual.
COMPOSICIÓN Y FUNCIONES DE LA MICROBIOTA INTESTINAL
La microbiota intestinal está compuesta por billones de microorganismos —principalmente bacterias, pero también virus, hongos y arqueas— que colonizan de forma natural el tubo digestivo, especialmente el colon. Se estima que en condiciones normales coexisten más de mil especies bacterianas diferentes, aunque unas pocas dominan en términos de cantidad y actividad metabólica.
Entre los principales grupos de bacterias destacan Firmicutes, Bacteroidetes, Actinobacteria y Proteobacteria. A nivel de género, nombres como Bacteroides, Lactobacillus, Bifidobacterium o Faecalibacterium son recurrentes en estudios sobre salud intestinal. La composición varía entre individuos, modulada por factores genéticos, edad, tipo de parto, alimentación, exposición a antibióticos, enfermedades y estilo de vida.
Más allá de su diversidad taxonómica, lo
que otorga valor clínico a la microbiota es su funcionalidad. Algunas de sus
funciones más relevantes incluyen:
- Digestión y metabolismo: Participa en la fermentación de
polisacáridos no digeribles, produciendo ácidos grasos de cadena corta
(AGCC) como el butirato, con propiedades antiinflamatorias y tróficas para
el epitelio del colon .
- Protección frente a patógenos: Impide la colonización por microorganismos potencialmente patógenos, por competencia ecológica, reforzando la integridad de la barrera intestinal.
- Modulación inmunológica: Interactúa con células del sistema
inmune innato y adaptativo, favoreciendo la tolerancia inmunológica y
modulando la inflamación.
- Síntesis de vitaminas y otros compuestos bioactivos:
Contribuye a la producción de vitaminas del complejo B y vitamina K, así
como a la biotransformación de fármacos y hormonas.
Este conjunto de funciones convierte a
la microbiota en un órgano metabólico y regulador de primer nivel, cuya
alteración puede desencadenar o agravar diversas enfermedades. Desde la
consulta de atención primaria, entender estas funciones permite integrar mejor
la evaluación de síntomas inespecíficos digestivos y sistémicos, e identificar
oportunidades de intervención preventiva o terapéutica.
FACTORES QUE MODULAN LA MICROBIOTA
La composición y funcionalidad de la microbiota intestinal no es estática. Por el contrario, está influida por múltiples factores a lo largo de la vida, muchos de ellos potencialmente modificables desde la práctica clínica. Conocer estos determinantes es clave para comprender la etiopatogenia de diversos trastornos y para identificar oportunidades de intervención.
Dieta
Es probablemente el modulador más
potente. Dietas ricas en fibra, vegetales, frutas y alimentos fermentados
favorecen la diversidad microbiana y la presencia de bacterias beneficiosas
productoras de AGCC. En contraste, una alimentación rica en grasas saturadas,
azúcares refinados y ultraprocesados se asocia a una reducción de la diversidad
y a una mayor proporción de bacterias proinflamatorias (Tabla 1) .
Tabla 1.
Recomendaciones dietéticas para promover una microbiota intestinal saludable
Grupo de alimentos / componente |
Efecto sobre la microbiota |
Recomendaciones prácticas para pacientes |
Fibra
soluble (prebiótica) |
Favorece
bacterias productoras de AGCC (p. ej. Bifidobacterium) |
Avena,
legumbres, plátano maduro, espárragos, alcachofas |
Almidón
resistente |
Estimula Faecalibacterium
prausnitzii, con efecto antiinflamatorio |
Plátano
verde, arroz o patata enfriados, lentejas, porotos |
Polifenoles
(antioxidantes) |
Favorecen
diversidad bacteriana, efecto antiinflamatorio |
Frutas
rojas, té verde, cacao puro, nueces, aceite de oliva extra virgen |
Alimentos
fermentados (probióticos naturales) |
Aportan
bacterias vivas, mejoran función de barrera intestinal |
Kéfir, yogur
natural sin azúcar, chucrut, miso, kombucha (sin pasteurizar) |
Grasas
saludables (omega 3) |
Modulan la
inflamación intestinal y promueven la eubiosis |
Pescado
azul, lino, chía, nueces |
Azúcares
añadidos y ultraprocesados |
Disminuyen
diversidad, favorecen bacterias proinflamatorias |
Limitar
consumo de bollería, refrescos, snacks y embutidos industriales |
Alcohol en exceso |
Daña la
mucosa intestinal y altera el equilibrio microbiano |
Reducir al
mínimo o evitar, especialmente en disfunción digestiva persistente |
Antibióticos y otros fármacos
El uso de antibióticos, especialmente de
amplio espectro, altera profundamente el equilibrio microbiano, pudiendo
provocar disbiosis prolongada. Otros medicamentos de uso común en atención
primaria —como inhibidores de la bomba de protones, AINEs, metformina o
estatinas— también pueden modificar la microbiota, aunque de forma más sutil o
variable Tabla 2.
Tabla 2. Fármacos comunes que afectan
la microbiota intestinal
Grupo farmacológico |
Efecto sobre la microbiota |
Ejemplos clínicos / comentarios |
Antibióticos |
Eliminación
de bacterias beneficiosas; favorecen sobrecrecimiento de patógenos |
Mayor
impacto con ciclos repetidos o prolongados |
Inhibidores
de bomba de protones (IBP) |
Alteran el
pH gástrico, aumentan riesgo de disbiosis y SIBO |
Omeprazol,
pantoprazol; uso crónico asociado a sobrecrecimiento bacteriano |
AINEs |
Aumentan
permeabilidad intestinal, promueven inflamación local |
Ibuprofeno,
naproxeno; precaución en uso prolongado |
Metformina |
Cambia composición
bacteriana, con potencial efecto beneficioso o molesto |
Puede causar
síntomas digestivos en inicio; modifica Akkermansia muciniphila |
Estatinas |
Efectos
variados; algunas mejoran perfiles microbianos |
Rosuvastatina,
simvastatina; posibles efectos antiinflamatorios indirectos |
Laxantes
osmóticos |
Alteran
tránsito y composición microbiana |
Uso crónico
puede afectar estabilidad del ecosistema intestinal |
Antipsicóticos
/ antidepresivos |
Modifican
microbiota vía eje intestino-cerebro |
Riesgo de
disbiosis en tratamientos prolongados, especialmente con antipsicóticos
atípicos |
Edad y etapa de la vida
La colonización microbiana comienza al
nacer y está influenciada por el tipo de parto (vaginal vs cesárea), la
lactancia y el entorno. Durante la infancia y adolescencia se consolida una
microbiota más estable, mientras que en la vejez suele observarse una
disminución de la diversidad, asociada a mayor fragilidad e inflamación
sistémica crónica.
Estilo de vida
El estrés crónico, la falta de sueño, el
sedentarismo y el tabaquismo también pueden impactar negativamente en la
microbiota intestinal. Factores psicosociales, a través del eje
intestino-cerebro, modulan la motilidad, secreción y permeabilidad intestinal,
y a su vez son influenciados por el estado del ecosistema microbiano.
Enfermedades subyacentes
Trastornos metabólicos (como diabetes
tipo 2), enfermedades inflamatorias crónicas y estados de inmunosupresión
alteran tanto la composición como la actividad metabólica de la microbiota,
cerrando un círculo patogénico donde disbiosis y enfermedad se retroalimentan.
Implicación práctica
Muchos de estos
factores son identificables en la historia clínica habitual y permiten diseñar
estrategias personalizadas para preservar o restaurar el equilibrio microbiano.
Dieta, reducción de fármacos innecesarios y cambios en el estilo de vida
representan intervenciones de alto impacto clínico y bajo costo.
MICROBIOTA Y PATOLOGÍA DISGESTIVA
La relación entre microbiota intestinal y enfermedades del aparato digestivo es una de las más estudiadas y con mayor evidencia clínica hasta la fecha. En muchas patologías digestivas, se ha documentado un desequilibrio microbiano —o disbiosis— que puede actuar como factor desencadenante, perpetuador o amplificador de síntomas.
Síndrome de intestino irritable (SII)
El SII es uno de los motivos más
frecuentes de consulta en atención primaria. Diversos estudios han identificado
alteraciones en la composición bacteriana, como una disminución de
Lactobacillus y Bifidobacterium, junto con un aumento de Proteobacteria. Estas
alteraciones se relacionan con distensión, hipersensibilidad visceral y cambios
en el tránsito intestinal. Además, se plantea que la disbiosis puede influir en
el eje intestino-cerebro, modulando la percepción del dolor y la respuesta
emocional.
Enfermedad inflamatoria intestinal (EII)
En la colitis ulcerosa y la enfermedad
de Crohn, se ha descrito una disminución de bacterias antiinflamatorias, como
Faecalibacterium prausnitzii, y un aumento de bacterias potencialmente
patógenas (Escherichia coli adherente-invasiva, entre otras). Si bien la
disbiosis no es la causa única de la EII, sí desempeña un papel relevante en la
activación inmunológica y la perpetuación de la inflamación crónica.
Dispepsia funcional
Aunque menos estudiada, la dispepsia
funcional también se ha asociado a una microbiota alterada, especialmente en
pacientes con sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO). Este
sobrecrecimiento puede generar fermentación excesiva, distensión, náuseas y
malestar posprandial. En algunos casos, el tratamiento dirigido a la disbiosis
(con antibióticos no absorbibles o probióticos específicos) puede contribuir a
la mejoría de los síntomas.
Infecciones intestinales y diarrea postantibiótica
El uso de antibióticos puede facilitar
la aparición de diarrea asociada a Clostridioides difficile o a una disbiosis
general que compromete la capacidad de la microbiota para resistir la
colonización por patógenos. En estos casos, estrategias como el uso de
probióticos o, en situaciones seleccionadas, el trasplante de microbiota fecal,
han demostrado ser eficaces.
Implicación práctica
En el abordaje de trastornos digestivos crónicos o funcionales, es clave
considerar el estado de la microbiota como parte del razonamiento diagnóstico.
Si bien las pruebas de microbioma no están estandarizadas para uso clínico
rutinario, la identificación de factores de riesgo de disbiosis y la
intervención sobre ellos pueden mejorar la evolución clínica y la calidad de
vida del paciente.
MAS ALLÁ DEL APARATO DIGESTIVO : PATOLOGÍAS EXTRADIGESTIVAS
Cada vez resulta más evidente que la microbiota intestinal ejerce una influencia significativa más allá del tracto digestivo, actuando sobre ejes fisiológicos complejos como el sistema nervioso, el metabolismo, la inmunidad y la inflamación sistémica. Estas interacciones abren nuevas perspectivas para comprender la fisiopatología de enfermedades comunes en la atención primaria.
Eje intestino-cerebro: salud mental y comportamiento
Existe una comunicación bidireccional
entre el intestino y el sistema nervioso central, mediada por el nervio vago,
citocinas, metabolitos bacterianos (como el butirato y el triptófano) y el
sistema inmunológico. Alteraciones en la microbiota se han asociado a síntomas
de ansiedad, depresión, trastornos del espectro autista y trastornos del sueño.
En estudios preliminares, ciertos probióticos (llamados psicobióticos) han
evidenciado efectos moduladores sobre el estado de ánimo y la respuesta al
estrés.
Enfermedades metabólicas
La disbiosis se ha relacionado con
obesidad, síndrome metabólico, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2. La
microbiota influye en la regulación del apetito, la homeostasis energética y la
inflamación de bajo grado, todos ellos factores implicados en el desarrollo de
estas enfermedades. Modificaciones dietéticas dirigidas a restaurar la eubiosis
pueden ser un complemento útil en el abordaje de estos pacientes.
Enfermedades autoinmunes y alérgicas
Enfermedades como la artritis
reumatoide, lupus, esclerosis múltiple y enfermedad celíaca han mostrado
alteraciones específicas de la microbiota intestinal. En paralelo, el aumento
de enfermedades alérgicas en las últimas décadas ha sido atribuido, en parte, a
la "hipótesis de la higiene", según la cual una menor exposición
microbiana en edades tempranas impide el desarrollo adecuado de la tolerancia
inmunológica.
Enfermedades cardiovasculares
Algunos metabolitos producidos por
bacterias intestinales, como la trimetilamina-N-óxido (TMAO), se han asociado a
un mayor riesgo de aterosclerosis y eventos cardiovasculares. Aunque se trata
de un campo en desarrollo, ofrece una posible vía de intervención desde el
estilo de vida y la dieta.
En la tabla 3 se resumen las principales manifestaciones digestivas y extradigestivas de la disbiosis intestinal
Tabla 3. Disbiosis intestinal: relación
clínica y abordaje práctico en atención primaria
Condición clínica |
Manifestaciones asociadas |
Mecanismo implicado |
Abordaje sugerido |
Síndrome de
intestino irritable (SII) |
Dolor
abdominal, distensión, diarrea/estreñimiento |
Disminución
de Bifidobacterium, inflamación leve, disbiosis |
Dieta
FODMAP, probióticos específicos (p. ej. B. infantis, L. plantarum) |
Enfermedad
inflamatoria intestinal (EII) |
Brotes de
diarrea, sangrado rectal, dolor abdominal |
Reducción de
F. prausnitzii, aumento de bacterias proinflamatorias |
Dieta
antiinflamatoria, probióticos (uso individualizado), apoyo nutricional |
Obesidad /
DM tipo 2 |
Aumento de
peso, mal control glucémico, inflamación subclínica |
Disminución
de diversidad, alteración de metabolismo de AGCC |
Dieta rica
en fibra, simbióticos, reducción de alimentos ultraprocesados |
Ansiedad /
depresión |
Trastornos
del ánimo, insomnio, síntomas digestivos asociados |
Eje
intestino-cerebro, alteración de triptófano y AGCC |
Probióticos
con perfil psicobiótico (L. helveticus, B. longum), manejo del
estrés |
Diarrea post-antibiótica |
Heces
líquidas, urgencia, disconfort post-tratamiento |
Pérdida de
colonización protectora, sobrecrecimiento patógeno |
Probióticos
durante y después del antibiótico (Saccharomyces boulardii, L.
rhamnosus) |
Alergias /
autoinmunidad |
Asma, dermatitis,
celiaquía, fatiga, síntomas vagos crónicos |
Falta de
tolerancia inmunológica por escasa exposición microbiana |
Estilo de
vida pro-biodiversidad, prebióticos, eliminación de antibióticos innecesarios |
Implicación práctica
EVALUACIÓN Y ABORDAJE CLÍNICO DESDE LA MEDICINA DE FAMILIA
En la consulta de atención primaria, el enfoque clínico de la microbiota intestinal debe ser funcional, basado en la identificación de signos de disbiosis, la valoración de factores modificables y la implementación de intervenciones accesibles y seguras. Aunque la caracterización exhaustiva del microbioma aún pertenece al ámbito de la investigación, existen estrategias viables para su manejo clínico.
¿Cuándo sospechar disbiosis?
La disbiosis puede estar presente en
múltiples cuadros clínicos, no necesariamente digestivos. Algunos indicios
clínicos incluyen:
- Trastornos digestivos funcionales (hinchazón, cambios en el
ritmo intestinal, dolor abdominal crónico).
- Diarrea post-antibiótica o recurrente.
- Síntomas sistémicos asociados: fatiga, cefalea, confusión mental.
- Pacientes con enfermedades inflamatorias, autoinmunes o
metabólicas mal controladas.
- Historia de uso prolongado de antibióticos, IBP, AINEs u
otros fármacos disruptivos.
Pruebas diagnósticas: ¿cuáles tienen valor clínico?
Actualmente, las pruebas de microbioma
comercializadas como análisis de heces por secuenciación -test de microbioma intestinal clínico- carecen de
estandarización y validez clínica robusta. En algunos casos, puede considerarse
el test de aliento con lactulosa para SIBO, aunque también tiene limitaciones técnicas y
diagnósticas.
En la práctica, el diagnóstico es
clínico y contextual, y debe enfocarse más en identificar factores de riesgo y
patrones de síntomas, que en una cuantificación exacta de las bacterias.
Pruebas de heces para el estudio de la microbioma intestinal: ¿qué sabemos?
En los últimos años, el análisis de la
microbiota intestinal mediante muestras de heces ha ganado popularidad, tanto
en el ámbito clínico como entre la población. Estas pruebas,
basadas principalmente en técnicas de secuenciación genética (16S rRNA o
metagenómica), permiten identificar y cuantificar diferentes taxones
bacterianos presentes en el intestino. Sin embargo, su utilidad clínica sigue
siendo limitada y su interpretación requiere precaución.
Tipos de pruebas disponibles
- Secuenciación 16S rRNA: Permite identificar géneros
bacterianos predominantes.
- Metagenómica Shotgun: Analiza todo el material genético y
puede identificar especies y funciones.
- Cultivos convencionales: Útiles solo para bacterias
específicas y no reflejan la totalidad del microbioma.
Limitaciones técnicas
- Alta variabilidad entre laboratorios y plataformas.
- Influencia del momento de la toma, dieta y antibióticos
recientes.
- No distingue bacterias activas de las presentes inertes o en
tránsito.
- Falta de correlación clara entre perfiles microbianos y
patologías específicas.
Validación y evidencia científica
Actualmente, no existe una referencia estándar que permita definir una “microbiota sana” aplicable a todos los individuos. La mayoría de los estudios poblacionales han demostrado una gran variabilidad interindividual, incluso entre personas sanas. Además, la relación entre determinadas bacterias y enfermedades es correlacional, no causal en muchos casos. En consecuencia las principales guías clínicas, como las de la American Gastroenterological Association o la European Society of Neurogastroenterology, no recomiendan su uso rutinario en la práctica clínica.
¿Cuándo podrían ser útiles?
- En ensayos clínicos o protocolos de investigación.
- Como herramienta educativa o de seguimiento en entornos
específicos (ej. medicina integrativa).
- En casos seleccionados para evaluación de SIBO (aunque esta
se realiza mejor con test de aliento).
Recomendación práctica
Desde la medicina de familia, el enfoque
clínico sigue siendo prioritario: la valoración de síntomas, factores de riesgo
y estilo de vida es más relevante que los resultados de un test costoso y aún
no estandarizado. Las pruebas de microbiota pueden tener un papel en el futuro,
pero su uso hoy debe ser critico, contextual y complementario, nunca
sustituto de la anamnesis ni del juicio clínico.
ESTRATEGIAS TERAPÉUTICAS ACCESIBLES
Desde la consulta médica, se puede
impactar favorablemente en la microbiota a través de acciones simples pero
efectivas:
- Dieta personalizada: Priorizar una alimentación rica en
fibra, frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y alimentos
fermentados. Limitar ultraprocesados, azúcares añadidos y grasas
saturadas.
- Prebióticos: son fibras fermentables que nutren bacterias beneficiosas. Se encuentran en alimentos como ajo, cebolla, plátano, legumbres, alcachofa (tabla 4)
- Probióticos: Suplementos con cepas vivas. Su uso debe ser
individualizado según el cuadro clínico (SII, diarrea post-antibiótica,
SIBO). No todos los probióticos son iguales: es clave elegir cepas
específicas con evidencia (tabla 4).
- Simbióticos: Combinación de prebióticos y probióticos, con
potencial sinérgico.
- Modulación del estilo de vida: Reducir el estrés, fomentar el
sueño reparador y el ejercicio físico regular, son factores que impactan
positivamente en la microbiota.
Sustancia / Cepa |
Tipo |
Indicación principal |
Evidencia clínica |
Inulina /
FOS / GOS |
Prebiótico |
Estreñimiento
funcional, salud general del colon |
Mejora consistencia y frecuencia de las deposiciones |
Almidón
resistente |
Prebiótico |
Disbiosis,
síndrome metabólico |
Estimula F. prausnitzii, mejora sensibilidad a la insulina |
Lactobacillus
rhamnosus GG |
Probiótico |
Diarrea
post-antibiótica, prevención de gastroenteritis |
Alta evidencia en niños y adultos |
Saccharomyces
boulardii |
Probiótico |
Diarrea
asociada a antibióticos, C. difficile |
Reducción significativa de recurrencia |
Bifidobacterium
infantis 35624 |
Probiótico |
Síndrome de
intestino irritable (SII) |
Evidencia moderada para mejoría de dolor y distensión |
Combinación
de Lactobacillus + Bifidobacterium |
Probiótico |
Disbiosis,
ansiedad leve (psicobióticos) |
Estudios preliminares positivos |
Kéfir, yogur
con cultivos vivos (no pasteurizados) |
Alimento
probiótico natural |
Mantenimiento
de la eubiosis en población general |
Efecto beneficioso sostenido, especialmente en ancianos |
Recomendación practica
Más allá de pruebas sofisticadas, una anamnesis detallada, una buena educación
sanitaria, y intervenciones progresivas basadas en la evidencia son las
herramientas más poderosas del médico de familia para preservar y restaurar la
salud intestinal de sus pacientes.
CASOS CLÍNICOS O ESCENARIOS HABITUALES EN CONSULTA
Caso 1: Mujer de 34 años con síndrome de intestino irritable (SII) refractario
Motivo de consulta: Distensión abdominal,
dolor cólico intermitente, alternancia entre diarrea y estreñimiento. Evolución
de más de dos años con múltiples tratamientos sin éxito (antiespasmódicos,
dieta sin lactosa, psicoterapia breve).
Antecedentes relevantes: Uso repetido de
antibióticos en infancia, episodios de ansiedad relacionados con estrés
laboral. Dieta baja en fibra, consumo regular de alimentos ultraprocesados.
Enfoque clínico orientado a microbiota:
- Alta sospecha de disbiosis intestinal como factor
perpetuador.
- Se descartan criterios de alarma (pérdida de peso, anemia,
rectorragia).
- Recomendaciones: inicio de dieta rica en fibra fermentable,
introducción progresiva de alimentos prebióticos y fermentados, probiótico
específico con evidencia para SII (ej. Bifidobacterium infantis 35624 o
combinación Lactobacillus plantarum/Bifidobacterium breve).
- Apoyo con educación sobre eje intestino-cerebro y técnicas de
manejo del estrés.
Resultado a 8 semanas: Reducción del
dolor y distensión >50%, mejoría de calidad de vida y reducción del uso de
antiespasmódicos.
Caso 2: Varón de 58 años con diabetes tipo 2 y dislipemia
Motivo de consulta: Control metabólico
irregular, ganancia de peso progresiva, molestias digestivas leves (gases,
pesadez postprandial).
Antecedentes relevantes: IMC 31 kg/m²,
dieta occidentalizada, sedentarismo, uso crónico de inhibidores de la bomba de
protones por pirosis.
Enfoque clínico orientado a microbiota:
- Evaluación del estado metabólico y hábitos de vida sugiere
disbiosis asociada a dieta pobre en fibra y consumo prolongado de IBP.
- Intervención dietética dirigida a incorporar fibras solubles,
legumbres y fermentados (ej. kéfir, yogur natural sin azúcar).
- Se ajusta el uso del IBP, valorando desescalada progresiva.
- Se inicia simbiótico con cepas específicas para metabolismo e
inflamación (ej. combinación Lactobacillus rhamnosus GG + inulina).
Resultado a 3 meses: Pérdida de 3 kg,
mejora del control glucémico (reducción de HbA1c), desaparición de molestias
digestivas leves.
Comentario general
Estos casos reflejan escenarios comunes donde una mirada integradora de la
microbiota permite reformular el abordaje terapéutico, potenciando medidas no
farmacológicas y personalizando las recomendaciones. La medicina de familia,
por su enfoque holístico y continuidad asistencial, es el entorno ideal para
liderar este cambio de paradigma.
CONCLUSIONES
La microbiota intestinal ha dejado de ser una curiosidad científica para convertirse en un elemento central de la fisiología humana y de múltiples patologías digestivas y sistémicas. Su estudio abre nuevas vías de comprensión y tratamiento, especialmente relevantes para la medicina de familia, por su cercanía a los determinantes cotidianos que la modulan: dieta, fármacos, estilo de vida y enfermedades crónicas.
A modo de resumen, estos son los
mensajes clave que el médico de atención primaria puede incorporar desde ya a
su práctica:
- La disbiosis intestinal es frecuente y clínicamente
relevante, incluso en ausencia de síntomas digestivos clásicos.
- No se requieren pruebas sofisticadas para sospechar
alteraciones de la microbiota: basta una buena historia clínica, enfoque
sindrómico y valoración de factores de riesgo.
- La dieta es la herramienta más poderosa para modular
positivamente la microbiota. Fomentar una alimentación rica en fibra,
variada y basada en productos mínimamente procesados es una intervención
de alto impacto.
- Probióticos y prebióticos tienen evidencia creciente,
especialmente en trastornos funcionales digestivos y situaciones
específicas como la diarrea post-antibiótica o el síndrome metabólico. La
selección de cepas debe basarse en indicación y respaldo científico.
- El abordaje centrado en la microbiota promueve una medicina
más integradora, personalizada y preventiva, alineada con los principios
fundamentales de la atención primaria.
La comprensión del ecosistema intestinal
no reemplaza los enfoques diagnósticos convencionales, pero sí los complementa
con una nueva dimensión clínica, rica en posibilidades terapéuticas y educativa
tanto para el paciente como para el profesional sanitario.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
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