Cáncer de estómago: prevención y tratamiento precoz

El cáncer de estomago sigue siendo uno de los grandes retos en oncología digestiva a nivel global. De acuerdo con los datos más recientes de la International Agency for Research on Cancer (IARC), ocupa el quinto lugar en incidencia y el cuarto en mortalidad entre todos los tipos de cáncer, con más de un millón de casos nuevos y cerca de 770.000 muertes cada año. Aunque su incidencia ha disminuido en muchas regiones desarrolladas, continúa siendo alta en zonas como Asia Oriental, Europa del Este y América Latina, donde persisten factores de riesgo endémicos y limitaciones en la accesibilidad a servicios de salud.

Su alta letalidad se explica, en gran medida, por el diagnóstico tardío. Las etapas iniciales suelen ser silenciosas o manifestarse con síntomas inespecíficos, lo que retrasa la detección. Este panorama ha impulsado el desarrollo de estrategias preventivas en tres niveles: la prevención primaria (dirigida a evitar la aparición del cáncer), la secundaria (cribado y diagnóstico precoz) y la terciaria (prevención de recurrencias y seguimiento de lesiones premalignas).

El principal factor etiológico sigue siendo la infección por Helicobacter pylori, clasificada como carcinógeno tipo I por la OMS desde 1994. La infección persistente desencadena una cascada inflamatoria que progresa, según el modelo de Correa, desde gastritis crónica hasta atrofia, metaplasia intestinal, displasia y finalmente adenocarcinoma. Este conocimiento ha orientado los esfuerzos de prevención primaria hacia la erradicación de H. pylori, aunque otros factores como el tabaquismo, la dieta rica en sal y nitritos, y la predisposición genética también tienen un papel importante.

En los últimos años, hemos asistido a avances notables en varios frentes: desde la identificación de biomarcadores séricos hasta la optimización de técnicas endoscópicas de alta resolución, pasando por el diseño de estrategias personalizadas para el cribado y el seguimiento de lesiones precancerosas. Además, la investigación en vacunas contra H. pylori y la evaluación del impacto de su erradicación masiva siguen siendo áreas de innovación activa y debate.


Este artículo tiene como propósito ofrecer una revisión actualizada de los principales avances en la prevención del cáncer gástrico, con un enfoque práctico para la medicina de familia. Se abordarán aspectos epidemiológicos, factores de riesgo modificables, novedades diagnósticas y terapéuticas, y las recomendaciones actuales para la vigilancia de pacientes con lesiones premalignas. El papel del médico de familia continúa siendo fundamental, no solo en la detección precoz, sino también en la promoción de estilos de vida saludables y en la educación sanitaria, elementos clave para reducir la carga de esta enfermedad a nivel poblacional.

Epidemiología y factores de riesgo 

El cáncer gástrico muestra una distribución geográfica marcadamente heterogénea. Las tasas más elevadas se concentran en Asia Oriental —particularmente en Japón, Corea del Sur y China—, mientras que en Europa Occidental, Norteamérica y algunas regiones de África, la incidencia es baja o intermedia. A nivel global, las tasas estandarizadas oscilan entre 10 y 30 casos por cada 100.000 habitantes/año, con una clara predominancia en varones (razón hombre/mujer cercana a 2:1).

Desde el punto de vista histológico, se distinguen dos subtipos principales según la clasificación de Lauren: el tipo intestinal y el tipo difuso. El primero se asocia predominantemente a factores ambientales y sigue la secuencia de Correa en su progresión. En cambio, el tipo difuso suele vincularse a factores genéticos, como mutaciones germinales en el gen CDH1, implicadas en el cáncer gástrico difuso hereditario.

Entre los factores de riesgo mejor establecidos se incluyen:

  • Infección por Helicobacter pylori: principal agente etiológico, presente en más del 70 % de los casos de adenocarcinoma gástrico no cardial.
  • Factores dietéticos: dietas ricas en sal, alimentos ahumados o curados, y productos con alto contenido en nitratos.
  • Tabaco y alcohol: ambos con efecto dosis-dependiente en el incremento del riesgo.
  • Condiciones premalignas: como la gastritis atrófica crónica, la metaplasia intestinal y la displasia.
  • Factores genéticos y antecedentes familiares: especialmente en casos con historia de primer grado o síndromes hereditarios como el cáncer gástrico difuso.
  • Otros factores: incluyen anemia perniciosa, gastrectomía parcial previa y ciertas infecciones virales, como la producida por el virus de Epstein-Barr (EBV).

Por otro lado, se han identificado factores protectores relevantes. Dietas ricas en frutas frescas, verduras y alimentos con alto contenido antioxidante se han asociado a una menor incidencia de cáncer gástrico. Asimismo, la erradicación de H. pylori, especialmente antes del desarrollo de lesiones preneoplásicas como la atrofia o la metaplasia intestinal, ha demostrado reducir significativamente el riesgo.

Finalmente, es importante destacar que las desigualdades socioeconómicas y las limitaciones en el acceso a servicios sanitarios continúan siendo determinantes clave en las regiones con alta carga de enfermedad. Este contexto refuerza la necesidad de implementar estrategias de prevención y detección precoz adaptadas a las realidades locales.

Prevención primaria 

La prevención primaria del cáncer gástrico se orienta a intervenir sobre los factores de riesgo antes de que se inicien los procesos carcinogénicos. En este contexto, la erradicación de Helicobacter pylori continúa siendo el pilar fundamental, complementada por intervenciones en dieta, estilo de vida y medidas de salud pública.

Erradicación de Helicobacter pylori: Diversos ensayos clínicos y metaanálisis recientes han demostrado que la erradicación de H. pylori reduce de forma significativa la incidencia de adenocarcinoma gástrico, especialmente si se realiza antes de la aparición de atrofia gástrica o metaplasia intestinal. El esquema terapéutico de primera línea suele ser la triple terapia (inhibidor de la bomba de protones, claritromicina y amoxicilina o metronidazol). No obstante, en regiones con alta tasa de resistencia a claritromicina, se recomienda utilizar esquemas cuádruples, ya sea concomitantes o secuenciales. La elección del tratamiento debe basarse en los patrones locales de resistencia, y es fundamental confirmar la erradicación mediante test de aliento o antígeno fecal.

Modificación de la dieta y factores ambientales: Existe evidencia sólida que respalda el efecto protector de una dieta baja en sal y alimentos procesados, y rica en frutas, verduras y antioxidantes (como vitamina C y carotenos). Las campañas de salud pública enfocadas en mejorar los hábitos alimentarios en poblaciones de alto riesgo pueden tener un impacto relevante a nivel poblacional.

Abandono del tabaco y consumo responsable de alcohol: El consumo de tabaco y el uso excesivo de alcohol son factores de riesgo bien establecidos, con un efecto dosis-dependiente. En este sentido, el médico de familia tiene un rol central en la implementación de estrategias de cesación tabáquica y en el abordaje del consumo de alcohol desde una perspectiva de reducción de daño.

Desarrollo de vacunas contra H. pylori: Aunque aún en fase de investigación, las vacunas profilácticas y terapéuticas contra H. pylori están mostrando resultados alentadores. Actualmente se desarrollan ensayos en fase II y III, especialmente en países con alta prevalencia como China, para evaluar su eficacia y seguridad a largo plazo. De confirmarse su efectividad, podrían modificar sustancialmente el enfoque preventivo global.

Intervenciones comunitarias y medidas de salud pública: Mejoras en el acceso a agua potable, condiciones sanitarias y reducción del hacinamiento han contribuido a disminuir la prevalencia de H. pylori, especialmente en edades tempranas. La combinación de medidas clínicas individuales con estrategias poblacionales constituye un enfoque integral necesario para una prevención primaria efectiva.

Prevención secundaria 

La prevención secundaria del cáncer gástrico se basa en la detección temprana de lesiones premalignas o neoplasias en estadios iniciales, con el fin de intervenir de forma precoz y reducir la mortalidad asociada. El cribado sistemático es la herramienta principal en este enfoque, y su implementación depende de la carga epidemiológica local y del equilibrio coste-beneficio.

Cribado endoscópico: En países con alta incidencia, como Japón y Corea del Sur, la endoscopia digestiva alta como método de cribado ha demostrado una reducción significativa en la mortalidad por cáncer gástrico. Las guías en estos contextos recomiendan iniciar el cribado entre los 40 y 50 años, repitiéndolo cada 2 a 3 años. Las tecnologías de endoscopia avanzada, como la imagen por banda estrecha (NBI), la autofluorescencia y la magnificación, han mejorado notablemente la detección y caracterización de lesiones en fases iniciales.

Biomarcadores séricos: Se están evaluando diversas combinaciones de marcadores como pepsinógeno I/II, anticuerpos anti-H. pylori, y más recientemente, microARNs y proteínas específicas, como herramientas no invasivas para estratificar el riesgo. Estos métodos podrían ser especialmente útiles en contextos donde la endoscopia no es factible o coste-efectiva.

Modelos de riesgo y algoritmos predictivos: La integración de variables clínicas (edad, sexo, antecedentes familiares), serológicas y hallazgos endoscópicos permite desarrollar herramientas predictivas que ayudan a identificar individuos con mayor riesgo. Estos modelos apoyan un enfoque más personalizado del cribado y el seguimiento.

Limitaciones y desafíos: En regiones de baja incidencia, el cribado universal no resulta coste-efectivo, por lo que la identificación de subgrupos de alto riesgo —como pacientes con gastritis atrófica extensa, displasia o antecedentes familiares— es clave para el desarrollo de estrategias de prevención secundaria más eficientes.

El rol del médico de familia: El médico de familia desempeña un rol esencial en este nivel de prevención: desde la identificación y selección adecuada de candidatos a cribado, hasta la interpretación de resultados, la derivación a gastroenterología y la educación del paciente para mejorar la adherencia a los programas de vigilancia. Su participación activa permite implementar estrategias de cribado más efectivas y accesibles en el contexto de atención primaria

Prevención terciaria 

La prevención terciaria del cáncer gástrico se centra en evitar la progresión de la enfermedad, las recurrencias y las complicaciones en pacientes ya diagnosticados y tratados. Este enfoque multidimensional se sustenta en estrategias basadas en la mejor evidencia disponible y requiere una coordinación estrecha entre los distintos niveles asistenciales.

Seguimiento endoscópico: La vigilancia mediante endoscopia digestiva alta es fundamental para la detección precoz de recurrencias locales o lesiones metacrónicas. Según las recomendaciones de la ESGE y la guía MAPS II:

  • En casos de metaplasia intestinal o displasia leve, se sugiere control cada 3 años.
  • En displasia de alto grado no tratada, se recomienda seguimiento cada 6 a 12 meses.

Esta estrategia ha demostrado reducir la mortalidad específica por cáncer gástrico hasta en un 30 % cuando se implementa dentro de programas estructurados y con adecuada adherencia.

Quimioterapia perioperatoria: El esquema FLOT (fluorouracilo, leucovorina, oxaliplatino y docetaxel) se ha consolidado como el tratamiento estándar en pacientes con cáncer gástrico localmente avanzado. El ensayo FLOT4-AIO mostró un incremento significativo en la supervivencia global a 5 años (del 36 % al 45 %) respecto a esquemas previos como ECF. 

Cirugía mínimamente invasiva: La gastrectomía laparoscópica ha demostrado beneficios claros en términos de recuperación postoperatoria: menor sangrado, menor dolor, y una estancia hospitalaria más corta. Ensayos multicéntricos realizados en Asia han confirmado su no inferioridad frente a la cirugía abierta, con tasas de supervivencia superiores al 90 % en estadios tempranos.

Rehabilitación y soporte nutricional: Los programas ERAS (Enhanced Recovery After Surgery) han logrado reducir complicaciones postoperatorias y acortar el tiempo de hospitalización. El soporte nutricional precoz —especialmente en pacientes sometidos a gastrectomía total— es crucial para prevenir la caquexia, mantener el estado funcional y mejorar la calidad de vida.

El rol del médico de familia: En este contexto, el médico de atención primaria tiene una función esencial:

  • Reconocer signos de alarma o recaída que ameriten reevaluación urgente.
  • Asegurar la adherencia al seguimiento endoscópico y tratamiento nutricional.
  • Coordinar la atención multidisciplinaria, promoviendo la continuidad asistencial y la detección oportuna de complicaciones.

En conjunto, una estrategia de prevención terciaria integral, personalizada y bien coordinada es clave para mejorar los resultados clínicos, prolongar la supervivencia y preservar la calidad de vida de los pacientes con cáncer gástrico.

Conclusiones 

El manejo preventivo del cáncer gástrico ha evolucionado significativamente, con avances sólidos en la erradicación de H. pylori, programas de cribado y optimización de la atención post-tratamiento. La implementación de estrategias basadas en evidencia científica ha demostrado mejoras en la supervivencia y calidad de vida. Sin embargo, persisten desafíos, especialmente en la estandarización global de los programas de cribado y en la equidad en el acceso a tratamientos avanzados.

Puntos clave

  • La erradicación de H. pylori reduce la incidencia de cáncer gástrico en hasta un 40%.
  • El cribado endoscópico regular en poblaciones de alto riesgo disminuye la mortalidad específica hasta un 30%.
  • La quimioterapia perioperatoria (esquema FLOT) incrementa la supervivencia global en aproximadamente un 10-15%.
  • La cirugía mínimamente invasiva ofrece resultados oncológicos comparables a la cirugía abierta con menores complicaciones postoperatorias.
  • El papel del médico de familia es vital en la identificación de pacientes en riesgo, la coordinación de cuidados y la educación sanitaria.

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